La niña santa / Argentina-Italia-Holanda-España, 2004, 106 min. Dirección: Lucrecia Martel. Con Mercedes Morán, Carlos Belloso y Alejandro Urdapilleta.
La vida es una experiencia que cada uno percibe de acuerdo a como pueda interpretar los acontecimientos. Pero sin duda esa interpretación depende de una serie de factores que se conjugan para dar forma al imaginario: el contexto, la educación, lo genético, lo psicológico. Básicamente, creo, que esta película habla de las posibles interpretaciones del mundo que hacen los personajes que la habitan y de lo perverso que puede resultar la lectura de esas supuestas “señales”. Dos adolescentes inmersas en la mística de una religiosidad que más que armonizar atormenta, asocian su despertar sexual con la supuesta vocación que la catequista pretende descubran. De alguna manera hay que “sentir el llamado”, alcanzar el cielo, pero el infierno es más tentador. En medio de cuestionamientos de fe, premisas religiosas contradictorias, mandatos sociales conservadores y padres que no informan, ni escuchan, ni quieren ver; las jóvenes optan por la transgresión disfrazada de misticismo: una elige no hablar mientras mantiene relaciones sexuales, como si el no ponerlo en palabras pudiera ocultar el hecho y la otra cree haber encontrado su vocación o misión en la vida tratando de salvar al hombre que le hizo sentir su sexo rozándola en la calle mientras escuchaba un concierto “celestial”. En un espacio donde todo parece estar desplazado de su sitio, paralelamente otros singulares personajes atraviesan la vida de las jóvenes: El músico que ejecuta un extraño instrumento que suena por vibraciones magnéticas y produce un sonido inspirador. La masajista que es obligada por su madre a desatender su vocación y dedicarse a cortar pollos en la cocina. Los médicos asistentes al congreso interesados en interpretar los problemas auditivos de sus pacientes. Helena que hace del hotel su casa, convive en ese cuarto con su hija, duerme amontonada con el hermano, recibe a su invitado, ensaya una dramatización que es parte de su vida, se enamora, se reprime; todo en un pequeño espacio sin límites. Paradójicamente en su estudio de audiometría confunde la palabra “males” con “madres”. La madre de Josefina que prefiere distraerse ocupándose del supuesto problema de la amiga de su hija y no quiere ver que acaba de encontrarla en la cama con el primo. El doctor Jano que se debate entre la fidelidad a su familia y sus deseos. Y los piojos en todas las cabezas como mostrando que algo está sucio. Todas interpretaciones: lo que se oye, lo que se escucha, lo que se entiende. Lo que se elige ver, lo que se decide ocultar, lo que conviene callar, lo que se está dispuesto a contar… En la pileta las chicas nadan serenamente mientras afuera está por estallar la tragedia.
A quienes no tenemos formación religiosa Florencia Martel nos sorprende desde el inicio con una clase de catecismo llena de expresiones y miradas pícaras entrecruzadas entre las adolescentes. Ellas aplican su lógica a las enseñanzas y desnudan las incongruencias de la profesora planteando conflictos insolubles entre lo que se lee, lo que se hace y el sentido de lo que se piensa. Al mismo tiempo van desplegando la trama de deseos, represiones, culpas y equívocos sexuales que ocupan casi todo su tiempo.
Simultáneamente se va desarrollando la trama del confuso mundo de los adultos que viven aparentando una normalidad inexistente, con personajes tan ambivalentes como el Dr Jano. Este muestra dos caras contrapuestas, entre el médico como referente profesional y el adulto pervertido que aprovecha las aglomeraciones para refregarse contra las jovencitas.
Amalia, la protagonista principal, tiene necesidad de refugiarse en frases religiosas vacías de sentido, usadas como un mantra, para esquivar sus nacientes curiosidades sexuales que la llevan a comportarse de manera diametralmente opuesta a lo que su educación le señala.
Así como en La Cienaga, Martel lograba sumergirnos en la atmósfera oprimente de lo imposible de evitar, aquí parecen sentirse los vahos sulfurosos que debe emitir el agua de esas piletas termales cargando las conductas de los personajes.
El deteriorado edificio del hotel marca un paralelo con el deterioro de las relaciones humanas de los personajes, las confusiones entre lo que piensa cada uno y lo que entienden los otros son una muestra de lo que sucede muchas veces sin que nos percatemos. Las distancias entre lo que Urdampilleta piensa que puede hacer y lo que hace, la tortuosa relación con su también tortuosa hermana (la excelente Mercedes Moran) son subtramas que enriquecen y cargan de tensión el desarrollo.
Excelentes las actuaciones de todos los actores y notable la primera escena en que se revela (como sostenia Sandra la semana pasada) que solo cuando hay una mirada femenina se pueden “pescar” esos guiños, sonrisas y susurros.
Si sumamos las dos películas nos encontramos con el impresionante trabajo de dirección de Martel que marca una notable diferencia con otros directores. Jorge
La vida es una experiencia que cada uno percibe de acuerdo a como pueda interpretar los acontecimientos. Pero sin duda esa interpretación depende de una serie de factores que se conjugan para dar forma al imaginario: el contexto, la educación, lo genético, lo psicológico. Básicamente, creo, que esta película habla de las posibles interpretaciones del mundo que hacen los personajes que la habitan y de lo perverso que puede resultar la lectura de esas supuestas “señales”.
ResponderEliminarDos adolescentes inmersas en la mística de una religiosidad que más que armonizar atormenta, asocian su despertar sexual con la supuesta vocación que la catequista pretende descubran. De alguna manera hay que “sentir el llamado”, alcanzar el cielo, pero el infierno es más tentador.
En medio de cuestionamientos de fe, premisas religiosas contradictorias, mandatos sociales conservadores y padres que no informan, ni escuchan, ni quieren ver; las jóvenes optan por la transgresión disfrazada de misticismo: una elige no hablar mientras mantiene relaciones sexuales, como si el no ponerlo en palabras pudiera ocultar el hecho y la otra cree haber encontrado su vocación o misión en la vida tratando de salvar al hombre que le hizo sentir su sexo rozándola en la calle mientras escuchaba un concierto “celestial”.
En un espacio donde todo parece estar desplazado de su sitio, paralelamente otros singulares personajes atraviesan la vida de las jóvenes:
El músico que ejecuta un extraño instrumento que suena por vibraciones magnéticas y produce un sonido inspirador.
La masajista que es obligada por su madre a desatender su vocación y dedicarse a cortar pollos en la cocina.
Los médicos asistentes al congreso interesados en interpretar los problemas auditivos de sus pacientes.
Helena que hace del hotel su casa, convive en ese cuarto con su hija, duerme amontonada con el hermano, recibe a su invitado, ensaya una dramatización que es parte de su vida, se enamora, se reprime; todo en un pequeño espacio sin límites. Paradójicamente en su estudio de audiometría confunde la palabra “males” con “madres”.
La madre de Josefina que prefiere distraerse ocupándose del supuesto problema de la amiga de su hija y no quiere ver que acaba de encontrarla en la cama con el primo.
El doctor Jano que se debate entre la fidelidad a su familia y sus deseos.
Y los piojos en todas las cabezas como mostrando que algo está sucio.
Todas interpretaciones: lo que se oye, lo que se escucha, lo que se entiende. Lo que se elige ver, lo que se decide ocultar, lo que conviene callar, lo que se está dispuesto a contar… En la pileta las chicas nadan serenamente mientras afuera está por estallar la tragedia.
A quienes no tenemos formación religiosa Florencia Martel nos sorprende desde el inicio con una clase de catecismo llena de expresiones y miradas pícaras entrecruzadas entre las adolescentes. Ellas aplican su lógica a las enseñanzas y desnudan las incongruencias de la profesora planteando conflictos insolubles entre lo que se lee, lo que se hace y el sentido de lo que se piensa. Al mismo tiempo van desplegando la trama de deseos, represiones, culpas y equívocos sexuales que ocupan casi todo su tiempo.
ResponderEliminarSimultáneamente se va desarrollando la trama del confuso mundo de los adultos que viven aparentando una normalidad inexistente, con personajes tan ambivalentes como el Dr Jano. Este muestra dos caras contrapuestas, entre el médico como referente profesional y el adulto pervertido que aprovecha las aglomeraciones para refregarse contra las jovencitas.
Amalia, la protagonista principal, tiene necesidad de refugiarse en frases religiosas vacías de sentido, usadas como un mantra, para esquivar sus nacientes curiosidades sexuales que la llevan a comportarse de manera diametralmente opuesta a lo que su educación le señala.
Así como en La Cienaga, Martel lograba sumergirnos en la atmósfera oprimente de lo imposible de evitar, aquí parecen sentirse los vahos sulfurosos que debe emitir el agua de esas piletas termales cargando las conductas de los personajes.
El deteriorado edificio del hotel marca un paralelo con el deterioro de las relaciones humanas de los personajes, las confusiones entre lo que piensa cada uno y lo que entienden los otros son una muestra de lo que sucede muchas veces sin que nos percatemos. Las distancias entre lo que Urdampilleta piensa que puede hacer y lo que hace, la tortuosa relación con su también tortuosa hermana (la excelente Mercedes Moran) son subtramas que enriquecen y cargan de tensión el desarrollo.
Excelentes las actuaciones de todos los actores y notable la primera escena en que se revela (como sostenia Sandra la semana pasada) que solo cuando hay una mirada femenina se pueden “pescar” esos guiños, sonrisas y susurros.
Si sumamos las dos películas nos encontramos con el impresionante trabajo de dirección de Martel que marca una notable diferencia con otros directores. Jorge