Me gusta analizar los títulos de las películas. Siempre me quedo pensando en ellos. Y esta película no escapó a eso. Hay una frase en los diálogos, tan inocente como triste, que me aclaró el panorama: “es horrible depender del deseo de los demás”; se la dice Clara (la actriz y profesora de inglés) a Castella (el empresario) en el salón de té. Lo que veo de triste en la frase es que me hace pensar cuanto dependemos del gusto de los otros, cuanto buscamos agradar muchas veces sacrificando nuestros gustos, cuanto dejamos de ser nosotros para gustar. Pero quizás esta sea la forma que tenemos de relacionarnos, aunque cueste ese precio. Castella mejoró su inglés, aprendió sobre literatura y teatro y hasta se afeito el bigote para agradar a Clara. En muchas ocasiones queremos imponer nuestro gusto sobre el de los demás, como cuando la esposa de Castella no escucha a su cuñada y decora la casa de ésta a su parecer. Otras veces no entendemos el gusto ajeno, el porqué de ciertas elecciones, como cuando el guardaespaldas cuestiona la vida que lleva su cuasi novia mesera y dealer; o como cuando la esposa de Castella es incomprendida por amar tanto a los animales. En algunas ocasiones desvalorizamos el gusto del otro, como cuando Clara no cree que Castella haya contratado a sus amigos por iniciativa propia. Lo que más me llegó de la historia es la decisión de Clara de dejar atrás su patrón de hombre, su gusto anterior y darse una oportunidad.
Me gusta analizar los títulos de las películas. Siempre me quedo pensando en ellos. Y esta película no escapó a eso. Hay una frase en los diálogos, tan inocente como triste, que me aclaró el panorama: “es horrible depender del deseo de los demás”; se la dice Clara (la actriz y profesora de inglés) a Castella (el empresario) en el salón de té. Lo que veo de triste en la frase es que me hace pensar cuanto dependemos del gusto de los otros, cuanto buscamos agradar muchas veces sacrificando nuestros gustos, cuanto dejamos de ser nosotros para gustar. Pero quizás esta sea la forma que tenemos de relacionarnos, aunque cueste ese precio.
ResponderEliminarCastella mejoró su inglés, aprendió sobre literatura y teatro y hasta se afeito el bigote para agradar a Clara.
En muchas ocasiones queremos imponer nuestro gusto sobre el de los demás, como cuando la esposa de Castella no escucha a su cuñada y decora la casa de ésta a su parecer.
Otras veces no entendemos el gusto ajeno, el porqué de ciertas elecciones, como cuando el guardaespaldas cuestiona la vida que lleva su cuasi novia mesera y dealer; o como cuando la esposa de Castella es incomprendida por amar tanto a los animales.
En algunas ocasiones desvalorizamos el gusto del otro, como cuando Clara no cree que Castella haya contratado a sus amigos por iniciativa propia.
Lo que más me llegó de la historia es la decisión de Clara de dejar atrás su patrón de hombre, su gusto anterior y darse una oportunidad.